jueves, 29 de mayo de 2014

PARTICIPAR PARTICIPANDO

Un voto rara vez es el resultado de una comparación entre programas electorales, es, casi siempre, la asociación entre una imagen y una idea, el resultado de una transmisión empática, un juego simbólico entre el elector y la cosa elegida. Desde otro punto de vista, un voto puede ser un deseo o un compromiso, un encargo o una disposición. Puede ser una carta a unos reyes magos que no existen, una seña de identidad, una intención de certificar una pertenencia, una reafirmación; pero, también, puede ser una manera de expresar una voluntad.
Cada cual, cuando decide a quién votar, incluso cuando decide si votar, lanza un mensaje en una botella. Contar los mensajes es fácil, interpretarlos es harina de otro costal. Contar se contaron el domingo y está todo dicho, los números son los que son; interpretaciones, sin embargo, se hicieron después casi tantas como bocas se abrieron, aunque buena parte de ellas tengan dos elementos como denominador común: existe un amplio sector de la sociedad que anhela un cambio profundo y que exige una mayor participación.

Eso parece claro, pero lo que desconozco me parece lo más importante: qué parte de todos esos votos son un deseo, un encargo o una seña de identidad y qué parte un compromiso, una disposición o la expresión de una voluntad. En el cociente de esta relación está la respuesta a la propia pregunta. Si las manos que introdujeron papeletas que representan una ruptura se ponen a la obra, el voto será sólido y el cambio vendrá solo. Si, por el contrario, buena parte de los votantes de estas opciones políticas, esperan que sean otros los que trabajen para poner en marcha sus deseos, el voto se evaporará y todo quedará, de nuevo, pendiente para mejor ocasión. Las personas elegidas a través de estos votos pueden ser mejores o peores, tener mejor o peor voluntad, pero una transformación no se puede llevar a cabo sin que una parte de la sociedad permanezca activa impulsando y defendiendo dichos cambios.
Exigir participar es fácil, hacerlo es más complicado, pero no por falta de cauces, qué también, sino porque exige un esfuerzo constante. Para que el voto no se quede en un papel, es necesaria la implicación en el día a día. Hay mil espacios abiertos y otros mil por descubrir. En este terreno no se exige experiencia: a participar se aprende participando, queriendo participar. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-05-2014

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