lunes, 20 de abril de 2015

JUGADITA PARA GALEANO


Quizá, Eduardo, pueda rescatar una jugadita de esas lindas que mendigabas. Te escribo desde Valladolid, donde ayer, el equipo de la ciudad tenía partido. Es un equipo chico que vive en la escalera que separa la cola de los leones de la cabeza de los ratones. Ahora toca ratón. Tal vez te suene su nombre porque en su día, cómo pasa el tiempo, hace de esto ya más de veinte años, vistieron su elástica blanca y violeta dos jugadores citados en tu ‘Fútbol a sol y sombra’: Valderrama, aquel pibe colombiano fácilmente reconocible porque dirigía las maniobras con «una corona de electrizada pelambre» y su compatriota René Higuita, un guardián de las redes que fue, a la vez, un visionario y un metepatas que sufrió «la maldición de los tres palos». Su rival era el Sabadell, un modesto equipo de la periferia de Barcelona que aspira a mantener esta segunda categoría. El primer tiempo llegaba a su mitad. La pelota correteaba en ese espacio inconcreto que es el centro del campo. Iba y venía sin un criterio claro, pasaba de unos pies temerosos por no perder su posición a otros cuyo único objetivo era alejarla lo más posible de su arco. Estaba siendo, y el resto del tiempo lo confirmó, un encuentro de tantos en el que los unos querían pero no habrían de poder y los otros no podían y terminaron por no querer. Pero te decía que en ese momento, la pelota descansó en el pie derecho de Álvaro Rubio. Te hubiera gustado ver jugar a este chico que ya no lo es tanto. Levantó la vista, oteó el horizonte y envió con precisión la pelota al espacio donde habría de aparecer el extremo derecho. Y apareció lanzado como un cohete Hernán Pérez. Este se introdujo en el área trazando una diagonal, frenó y aceleró, amagó con salir por la derecha y lo hizo por el flanco opuesto. No remató, la jugada no tuvo el premio de ese orgasmo monosilábico, de esas tres letras que se gritan abrazándote a un desconocido. Pero habrías agradecido esta jugadita con una sonrisa y te la hubieras quedado.


Después hubo alguna más, pero ninguna dio trabajo a la persona que se encarga de cambiar los dígitos y todo acabó con los mismos ceros que ya había al inicio. Puede ser que el resultado no hiciera justicia con los méritos contraídos por los locales, puede ser, ya digo, pero esto ocurre alguna vez a lo largo de la temporada y compensa a las otras veces en que ocurre lo contrario, o sea, lo mismo pero al revés. No hay que darle más vueltas, estas cosas pasan y por eso nos gusta tanto el fútbol.  En el partido de ayer se perdieron muchas de las esperanzas, pero el desencanto sufrido es debido a que a lo largo del año se fueron dejando tareas por hacer. Tengo para mí que muchas de estas lagunas tienen que ver con una visión segmentada de la realidad que busca respuestas concretas desligadas de una mirada global. Ayer amanecimos con la noticia de que había naufragado un barco en el que setecientas personas retaban a su maleficio. El agua se los tragó y podemos convivir con la noticia sin cuestionarnos nuestro modo de vida, sin encontrar espacios de intersección entre nosotros y su tragedia. A esta realidad no es ajeno el fútbol, la metáfora. El entrenador de aquí es de esta escuela: estudia para dar respuesta a las contingencias, pero es incapaz de implantar una filosofía propia; trabaja las jugadas como hechos aislados desligados del juego. Admirado Galeano, echaremos de menos tus ojos de gourmet del fútbol, tu mirada amplia, tu corazón sensible a la desgracia de los nadie, tu pluma límpida y a su servicio. La jugadita es la tuya.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-04-2015

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