domingo, 31 de mayo de 2015

PAN CON PAN

Aquí el menda, del que decir que era de buen comer se quedaba escaso, recibió más de una y de una docena de reprimendas por semejante e incontrolada gula. Ese continuo apetito preocupó a mi madre que consultó al médico si podría ser por algún tipo de mal. No era ni medio normal que un mocoso comiese tanto y, descartada la enfermedad, hubo que tomar medidas preventivas para evitar el saqueo constante de las vituallas. Por ejemplo, mi madre tuvo que acostumbrarse a llevar siempre consigo la llave con la que trancaba la puerta de la despensa. En vista de que se hacía difícil agenciar cosa alguna para redondear los bocadillos, bueno era tirar de pan sin más. Entonces, cuando mi madre me pillaba rumiando el buen pan que hacía Perico en su horno, tiraba de refranero: pan con pan comida de tontos. Mejor pan que nada, le respondía y seguía a lo mío. El refrán siempre me pareció cruel, no por mí, sino porque imaginaba a esos pobres de los que nos hablaban para que nos callásemos cuando pedíamos algo, pobres de los que no tenían nada que llevarse a la boca. ¿Comida de tontos? ¡Que se lo digan al que pasa hambre de verdad y verás lo que te dice!
Después uno comprende que el significado del pan en el refrán, aunque a mí me lo aplicasen en sentido literal, es básicamente metafórico, que lo que es cosa de tontos no es comer pan a secas, sino el hecho de mezclar dos cosas similares, ya que el resultado siempre será algo insulso. Al fin y al cabo, la segunda poco o nada aporta a la primera.

Un elemento esencial en la belleza de un partido de fútbol es la emoción, la que surge de mezclar a dos equipos, cada uno con sus aspiraciones, cada uno con su potencial, enfrentados en pos de algo que solo puede conseguir uno. Cuando, por circunstancias, en un partido se enfrenta un equipo que aspira a algo con otro que ya tiene todo hecho, el resultado es un trago de aguachirle. Si son los dos contendientes los que nada sustancial se juegan, nos topamos con cosas como el Alavés-Valladolid que vimos ayer, un rato distendido que no pudo alterar ni una neurona a nadie. Los vitorianos tenían la temporada resuelta, la permanencia la consiguieron tiempo ha y de mirar para arriba ya se habían olvidado. Los vallisoletanos viven un periodo de interregno, muerto el rey del ascenso directo, se hace tiempo mientras se espera la segunda oportunidad. Unas semanas raras en las que lo que se hace no se puede medir por lo que ocurre, sino como preparación para lo que ha de venir. En estas condiciones es difícil analizar, porque no se sabe si se prueba, se especula o se cuida. Por ejemplo, no tiene sentido analizar el novedoso desempeño de Jeffren en el lateral derecho porque no tenemos ni idea de cuál era la intención del entrenador. Quizá probar una alternativa atacante para los momentos en los que haya que actuar a la desesperada o, simplemente, proteger de una posible lesión a Chica, el titular de la plaza. Y así con todo. El Pucela nada tiene que decir, el camino está trazado, primera estación Las Palmas y ojalá que haya más. Queda solo esperar a que llegue el momento en que el pan no se mezcle solo con pan. No se nos vaya a quedar cara de tontos.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 01-06-2015

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