jueves, 18 de junio de 2015

HABLE AHORA

Una de esas leyendas urbanas que antaño caminaban de boca en boca relata la querencia del dictador por rodearse, en el ámbito político, de personas cuyo currículum estuviera impregnado de hechos que hoy llamaríamos corruptos. No solo eso, permitía, además, que durante el desempeño de sus funciones se beneficiaran de lo que el poder otorgaba. Con aquellos que, dentro de los afectos al régimen, pudieran ser potenciales enemigos, actuaba de modo similar. Un ministro franquista, pongamos por caso, junto a su carta de cese, recibía un informe sobre sí mismo tan demoledor relatando aquellos actos que no tenía margen de maniobra. A casa y a callar: si pío todo el mundo conocerá mis fechorías, seré desactivado y humillado públicamente, si no hablo podré disfrutar de todo lo trincado. Nada extraño, ya el bíblico libro del Eclesiastés atribuye a Salomón aquellas palabras que los latinos tradujeron como ‘Nihil novum sub sole’, nada hay nuevo bajo el sol. El poder pretende no ser cuestionado y nada hay más débil que un humano con todas sus fallas a la luz.
La mezcla del clima de puritanismo que se está instalando con la exposición pública a la que nos sometemos (casi) todos en el frenopático de las redes sociales, vuelve a propiciar fenómenos similares. La información es poder y es más poder cuanto más poder se tiene. De esta manera se puede entender mejor el caso de Guillermo Zapata, el concejal madrileño puesto en el punto de mira por unos tuits publicados hace unos años. No entro, eso es harina para otro costal, a valorar lo escrito, simplemente quiero señalar el indigno proceder de quienes van redactando informes estando menos preocupados por la gravedad de lo que atestiguan sus escritos que por usar ese conocimiento en su beneficio. Si se conoce una conducta ilegal o inmoral que se denuncie cuando se produce. Si la persona en cuestión es relevante tiempo después (y Zapata lo era desde hace meses) que se ponga en conocimiento en ese instante. Lo demás es maniobra poco interesada en defender lo que se dice, es vil interés. Lo honesto es atenerse a esa frase de boda cinematográfica: “Si alguien tiene algo que decir, que lo diga ahora o calle para siempre”.  

Publicado en "El Norte de Castilla" el 18-06-2015

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