lunes, 29 de febrero de 2016

PIANO PIANO NON SI ARRIVA LONTANO

No creo que exista un idioma en que no se relacione la lentitud con la consecución de los objetivos mediante un aforismo. Algunos de esos dichos hacen fortuna y se cuelan en otros territorios lingüísticos. No es infrecuente, por ejemplo, que es esta tierra recurramos al italiano ‘piano, piano, si arriva lontano’ para calmar al que se acelera. El consejo no suele caer en saco roto en muchas de las facetas de nuestra vida en las que hay tiempo de sobra; en otras, cuando el reloj apremia, ese ‘despacio, despacio’ solo sirve para no llegar a sitio alguno.

Hace años, cuando al que ganaba un partido de fútbol le otorgaban dos puntos, el punto obtenido por un empate tenía el sabor de media victoria. Tan es así que, en el territorio en que se inventó esto del balompié, se ajustó el ritmo que debería mantener un equipo que pretendiera conseguir el título de liga: habría de vencer en los partidos de casa y empatar en los que jugase en campo rival. En conjunto, tres puntos cada dos partidos. Un ritmo al que se denominó ‘media inglesa’. Este alto valor del empate condujo a la proliferación de unos planteamientos futbolísticos cada vez más cicateros. Al fin y al cabo, siempre fue más sencillo destruir que crear. Había que idear algo para fomentar el juego más imaginativo, las apuestas más osadas y se encontró una sencilla solución numérica: mantener el punto por la igualada pero otorgar tres al que obtuviese la victoria. Desde entonces, el empate no es sino un mal menor, un pequeño consuelo que adquiere valor si se rodea de algún triunfo. Sin embargo, cuando tras uno viene otro y otro y otro...,amortigua su peso.
El Valladolid se encuentra en una de estas. Es cierto que ya lleva ocho partidos consecutivos sin perder, lo que, dicho así, suena bonito. Pero no lo es menos que va anudando empates como si fueran cuentas de rosario: seis, nada menos, en ese octeto invicto. Despacio se puede llegar lejos, decía, cuando no hay hora de llegada; mas la liga avanza y su número de paradas pendientes empieza a parecer pequeño. Desde ahora, ‘piano, piano, non si arriva lontano’. Hay tiempo aún, claro que sí, pero solo será si se empieza a sumar de tres en tres.
El Pucela camina, pero, al levantar la cabeza, comprueba que la distancia a su destino deseado no disminuye. El Pucela avanza, pero esas plazas de arriba -las de promoción que satisfarían a los ligeramente optimistas, las de ascenso directo para los recalcitrantes- se mantienen a las mismas distancias. Las expectativas siguen vigentes aunque, según van pasando las fechas, se van acomodando al concepto de utopía que cincelara Eduardo Galeano: «Está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá». Así visto, este andar leve, este puntuar pausado, cadencioso, podría parecer carente de sentido: ¿Para qué caminar si no avanzamos, si tanto esfuerzo no conduce a ningún sitio? El propio escritor uruguayo espanta el pesimismo y apunta el valor del referente: «La utopía sirve para eso, para caminar». Si el Pucela aún está vivo es porque, a pesar de no acercarse, no ha dejado de caminar.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-02-2016

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