lunes, 6 de febrero de 2017

SI EL GUIONISTA ES EL TIEMPO...

Sucede cuando el despertador no suena o cuando sí lo hace pero el sueño es tan profundo que no te permite oírlo. Son entonces los rayos de sol los que ejercen de sustituto tardío cumpliendo el cometido de abrirte los ojos. Pero vas ya fuera de hora. Miras el reloj casi con el único objetivo de confirmarlo, con la esperanza muchas veces vana de que el desaguisado sea solventable. Desde ese momento dejas de ser el guionista de tu vida, ahora vas a rastras, es el día el que te lleva a ti. La situación, claro, propicia todos los errores posibles: los que podrían darse en cualquier otra circunstancia y los pueriles provocados por las prisas, por zancadillearte al querer ir más deprisa que tú mismo. En muchas profesiones, ese desajuste se puede solucionar buscando los minutos perdidos en el cajón que alarga las jornadas. Llego más tarde, termino después y así completo mi cometido. En otras, el tiempo derramado, simplemente, no se pude recoger. El deporte de competición pertenece a este segundo grupo. Con un agravante añadido: si te has quedado dormido, siempre aparece tu rival dispuesto a despertarte arrojándote un caldero de agua helada sobre la cara. Vas tarde y además te levantas calado hasta los huesos y muerto de frío.
Han sido varias las veces en que al Pucela se le han pegado las sábanas. Pareció, durante unos partidos, que habían reparado el timbre del despertador. El arreglo, sin embargo, no debió ser muy bueno, porque ha dejado de nuevo de funcionar. Ya son tres los partidos consecutivos en que los blanquivioletas han demorado su presencia en el campo. No se activaron con el pitido inicial, no; esperaron bajo la manta hasta que Oviedo, Rayo y Cádiz, les arrojaron  el agua helada del gol en la cara. En su descargo cabe decir que, aunque se despertaran tarde, se activaron pronto, pero claro, en vez de jugar ellos el partido, era el partido el que jugaba con ellos. Y eso rara vez sale bien. En fútbol y en todo lo demás. El primer día que salí con la bici con mi hijo, antes de arrancar, la primera advertencia fue de ese cariz: "muchacho, sé tú el que lleva la bici, no permitas que sea la bici la que te lleve a ti".
Tres veces consecutivas, ya digo, lleva el Pucela esperando a encajar para ponerse a jugar. Los errores son parte de la esencia del fútbol y, como no podía ser menos, los blanquivioletas cometen los suyos, los que vienen de propio. Lo malo es que la rémora del mal despertar les conduce a otros que no deberían, a esos errores que se cometen cuando, apremiados por las prisas, se hacen las cosas de forma azarada, cuando, por mor de las circunstancias, se quieren hacer dos a la vez.
El sábado pasado hubo solución, se pudo hacer en menos tiempo del razonable la tarea prevista; ayer, por contra, de la misma manera que en Oviedo hace quince días, el buen trabajo no fue más que un estéril ejercicio de remar contra corriente. Como el ciclista Perico Delgado aquel día de 1989 en que llegó tarde a la salida de una contrarreloj en el Tour de Francia, el Pucela volvió a despistarse en el día señalado para empezar a mirar arriba de verdad, en esa fecha marcada de rojo porque podría colocarse en la lanzadera de los sueños. Tras esta derrota, a la liga, como al partido, se llega con algo más de retraso.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 06-02-2017

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