jueves, 16 de marzo de 2017

LOS GATOS DE LA TELE

Cuando el escritor gallego Ramón María del Valle-Inclán publicó ‘Luces de bohemia’ se acuñó el término ‘esperpento’ para definir el género literario en el que se encasillaba la obra. Ahora, casi un siglo después, se puede catalogar dentro de este mismo epígrafe a una serie televisiva, ‘La que se avecina’. Desde diversos atrios ha sido tachada de racista o machista debido a algunas de las expresiones que en ella se repiten o al comportamiento de sus personajes. Lo que en ella vemos, sin embargo, es una deformación grotesca hasta llegar a la caricatura de los comportamientos que se repiten en nuestra sociedad. Esperpento, puro. En la serie, ficción sobre ficción, uno de los actores encarna a un actor que a su vez da vida a un médico en un culebrón. Uno de sus pacientes padece el síndrome de Hunterton Recklinghausen. Una enfermedad ficticia pero real en ese culebrón. Llegado un momento de apuro, otro protagonista finge padecer dicho falso mal para recaudar dinero y así hacer frente a un inminente desahucio. Le salió mal, como es habitual. La razón, la propia periodista que concede la entrevista comprueba que todo es una triquiñuela.

La realidad, de nuevo, salta más que la imaginación de los guionistas. Varios truhanes se han ido lucrando mediante una artimaña similar: fingir enfermedades raras –propias o de una hija-, recorrer platós televisivos y recoger dinero apelando a la buena voluntad de los televidentes. ¿La diferencia con la serie? Que en los casos reales los periodistas no fueron tan perspicaces como los de la ficción y el hilo del timo corrió y corrió. Descubierto el paripé, los mismos programas que alimentaron la estafa, que hicieron caja revistiendo con el traje de héroes dolientes a esos embaucadores, siguen facturando arrojando ahora a los infiernos a esos que ellos se encargaron de elevar a los altares. Su necesaria complicidad les ha dado rédito por partida doble.

La televisión, esos ojos con que miramos al mundo, tiene el poder de arañar nuestras entrañas, de generar sensaciones que inducen comportamientos. En el campo de la política se ha definido ‘postverdad’ como la situación en la que tienen más fuerza los sentimientos que las razones. En la tele, que deforma la realidad más que los espejos del Callejón del Gato Valleinclanesco, simple y llanamente, el negocio es la postmentira. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 16-03-2017 

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