jueves, 30 de marzo de 2017

LOS PROFETAS DEL CAOS

El miedo evita el miedo. El temor a los otros, el conocernos demasiado bien a nosotros mismos, ha sido uno de los pilares sobre los que se ha ido asentando el edificio de la convivencia. Nos aterroriza la posibilidad de sufrir en nuestras carnes lo que sabemos que seríamos capaces de realizar si nos encontrásemos en un contexto adecuado. Ese miedo provoca un acuerdo, no hacer para no recibir, que tranquiliza las calles, armoniza la vida en común, relaja el ánimo y, por fin, espanta el miedo. Cuando sentimos que ese pacto quiebra, el miedo regresa y penetramos en un túnel que nos traslada a otra dimensión, a otros tiempos. Cada noticia de un atentado en cualquier ciudad europea nos introduce en ese territorio oscuro. Si a uno le sucede otro y otro, se extiende un pánico difuso por injustificado que sea desde la perspectiva estadística. Más aun si la muerte es anónima, casual y se disfraza de cotidianidad.  
Inicialmente, la noticia nos produce un trauma que nos paraliza por lo inesperado. Al poco, comienza la reacción. Una parte de la sociedad se come el miedo, rasca resortes en la razón, se hace preguntas, busca una respuesta que les permita entender lo que ha ocurrido para intentar afianzar un modelo social que ha permitido extender la sensación de libertad; pero en otra, la reacción es más abrupta: al percibir el hecho como una ruptura de las hostilidades, esa parte de la sociedad vuelve a sentir ese miedo ancestral, da por rota su parte del compromiso y se siente legitimada para responder con la misma moneda. Es ahí, en esa mala gestión del miedo, donde encuentran acomodo esos profetas del caos siempre dispuestos a elevar la temperatura y a azuzar esa sensación de riesgo para poder erigirse como verdaderos valedores del orden. Les basta con crear un malo perverso, difuminar los matices para dibujar con trazo grueso un enemigo caricaturesco y lanzar al aire media docena de consignas indestructibles por lo rotundo de su sonido para eliminar cualquier atisbo de debate racional. Así, donde la palabra ‘terrorismo’ encuentra eco, todo está permitido. Es por nuestro bien.      

Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-03-2017

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