lunes, 1 de mayo de 2017

LA LLUVIA LLEGÓ TARDE

El día nació raro. Tanto, tanto, que caía agua del cielo. Los más viejos del lugar, una vez habían encontrado cobijo para ellos y sus proles en las zonas cubiertas del estadio, se afanaban en relatar olvidadas historias de antaño a las criaturas. Con la ternura propia de quien se enfrenta a unos ojos absortos ante lo desconocido y la suficiencia que da el saberse escuchado por unos oídos abiertos de par en par, les explicaban que ese fenómeno se conocía como lluvia y que era muy buena para el campo. “Abuelo, entonces -se le ocurrió decir a algún mocosete- si es bueno para el campo, el partido será mucho mejor”. Hubieron de explicar los mayores que con la palabra ‘campo’ no se referían al terreno de juego sino a ese espacio situado entre dos carreteras en el que crecen los tomates, las lechugas y las demás cosas que sirven para preparar una ensalada. 
No sé si por esa agua, tanto tiempo deseada que cuando se ha hecho presente muchas cosechas ya no tienen remedio, o porque a este último duelo de la competición no concurría la otra mitad local, las gradas de Zorrilla no transmitían la misma sensación de reventón que el año pasado. No quiero decir que fuera poca la gente que había acudido ¡eh!, al contrario, digo tan solo que esta final salía perdiendo en una comparación tan inevitable como probablemente estúpida.
El partido estaba a punto de comenzar. De un lado, paradójicamente, asumiendo el papel de visitantes, cosas de la historia, los de El Salvador; del otro, los ‘locales’ de la Santboiana. Con estos últimos, ¡con todos juntos!, me topé el sábado durante el partido del Pucela en el mismo escenario. Estuve por invitarles a merendar, pero les miré detenidamente y se me quitaron las ganas. Comprarles un traje tampoco debe de ser barato. A través de la megafonía se anunciaba el nombre de los protagonistas. Al escuchar el de dos de ellos, uno por bando, me van a perdonar, me entró un poco la risa floja. No era para menos siendo como es mi caso el de un futbolero siempre pendiente de las vicisitudes políticas. Me dirán. Jaime Mata, el 10 chamizo, comparte nombre y apellido con uno de los delanteros del Real Valladolid. Este, al que nadie puede reprochar su esfuerzo, lleva un curso ofuscado ante el gol. Cuando parece que lo tiene a mano, lanza el balón por encima de la portería. A ver si va a ser, me barruntaba, que su tocayo rugbista, ante la tesitura de ejecutar un golpe de castigo, se ofusque también y en justa correspondencia lance el balón por debajo del palo.  Por su parte, el que portaba el 5 santboiano, respondía al nombre de Oriol Pujol. El chiste se cuenta solo, si este esconde el balón como (presuntamente) el otro billetes, él solo se vale para ganar el partido.  
La afición, huelga decirlo, era muy mayoritariamente chamiza. Pero el ruido no tanto. Los catalanes eran menos pero estaban más implicados. Claro, es razonable, quien se mete entre pecho y espalda 1400 km para ver un partido es apasionado de verdad. Los que asisten a un evento social, por más que tengan una preferencia cromática, miran más como de soslayo. Y de esos eran (éramos) muchos.  
Comienza el juego. El Salvador empuja. Su impulso parece una lluvia suave que poco a poco habrá de conseguir mojar la oreja del rival. Un intento, otro, agua. La Santboiana, pertinaz como la sequía, se defiende sin dejar apenas resquicio para la esperanza. Al descanso se llega con un escueto 0-3 para los vallisoletanos. Tres puntos anotados, sí, por Jaime Mata. En la segunda parte paulatinamente fueron cambiando las tornas, será que algún rayo de sol se presentó en la cancha y fue secando la lluvia chamiza. Estos, quien sabe si por miedo a perder o por la vana seguridad de que de una u otra manera ganarían, dieron un paso atrás.  El equipo catalán aprovechó su momento: convirtió cuando tocaba, ensayó cuando debía y marcó diferencias en el marcador. A partir de ese momento se produjo el arreón final de los blanquinegros. Un chubasco en toda regla pero que llegó demasiado tarde, cuando las cebadas y los trigos ya languidecían y no había forma de que se alzaran de nuevo.
Oriol y los suyos podrán presumir de haber conseguido mucho más del tres por ciento, se llevan la Copa entera. Felicitats i enhorabona.  

Publicado en "El Norte de Castilla" el 1-05-2017

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