jueves, 8 de junio de 2017

LA MOCIÓN INOFENSIVA

Imagen tomada de Abc
El próximo martes, ni te cases ni te embarques, se activarán por tercera vez en la historia del Parlamento español los mecanismos que ponen en movimiento una moción de censura. Como en las dos anteriores, la censura solo llegará de palabra porque, a efectos prácticos inmediatos, nace condenada a convertirse en un apunte en el cuaderno de bitácora del Congreso. Como en las dos intentonas anteriores, por tanto, el objeto de quien presenta la moción, Unidos Podemos en este caso, no será derrocar el gobierno, los números cantan, sino sembrar para recoger más adelante.

Tanto González en el 80, como Hernández Mancha en el 87 quisieron mostrar sus credenciales como alternativa solvente. Ambos consiguieron la unanimidad pública: con el primero, tanto propios como extraños se percataron inmediatamente de que más temprano que tarde saldría elegido presidente; en el segundo, todos también, percibieron la imagen de un sepulturero empeñado con cada palabra en hundir un poco más el azadón en su propia tumba.
Las reacciones ante apuesta de Iglesias serán diferentes. Él mismo es consciente, supongo, de que no ocurrirá ni una cosa ni otra: recabará encendidas alabanzas de los suyos, a la par que hiperbólicos vituperios provenientes de los ajenos. Después se votará y seguiremos en las mismas. Así las cosas, cabe preguntarse por la pertinencia de la moción. La respuesta queda envuelta en el vestido de las dudas. Aun entendiendo que es insostenible un gobierno que, más allá de la corrupción económica que rodea al partido que lo sostiene, pretende apropiarse para su beneficio de diversas instituciones del Estado, no parece que este debate le vaya a provocar siquiera un rasguño. El día después, Rajoy podrá seguir alentando esa imagen de no enterarse de nada de la que tantos réditos obtiene. 

En estas condiciones, la moción inofensiva tiene un triple sentido interno y un gran objetivo externo: por un lado, asumir un protagonismo que afiance a su organización, consolidar un liderazgo que soterradamente se empieza a cuestionar y aglutinar para cohesionar después unas huestes que muestran síntomas de dispersión; por otro, retratar al PSOE para darle el mordisco necesario y así adelantarle cuando las urnas se vuelvan a abrir. Que Pablo Iglesias lo consiga es otro cantar cuya letra solo se desvelará en los próximos meses.  

Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-06-2017

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