lunes, 28 de agosto de 2017

La comunicación se torna imposible cuando dos personas, en sus sucesivos papeles de emisor y receptor, dotan al mismo significante de significados tan diferentes que a veces parecen opuestos. Ocurre cuando el deseo de los interlocutores no apunta tanto en la dirección del acuerdo o en el cuestionamiento de las propias certezas cuanto en el objetivo de imponerse. Los que detestan el fútbol, por ejemplo, lo pretenden ridiculizar reduciendo su complejidad a «22 tíos en calzoncillos dando patadas a una pelota». Podrías responderles que eso es una simpleza y que, de igual manera, estarías en disposición de encontrar una definición que ningunease hasta la más bella de las Bellas Artes. Pero, piensas pero callas, ¿para qué rebatir? Todo lo más para dar inicio a una estéril sucesión de lugares comunes que suele terminar con un «claro, tú lo defiendes porque te gusta». 

Sí, claro, callas pero piensas, hay un balón en el juego, pero ni Borja ni Deivid por un lado, ni Álex ni Carmona por el otro, están siquiera cerca de él. Y sin embargo eso es fútbol. Con la mirada siguen el juego,_con las piernas se acercan al territorio en el que pueden ser requeridos, con los brazos ocupan dicho espacio para evitar que el rival se adelante, con las manos comunican. Por más que se llame fut -pie- y bol- balón-, a esto se juega sin balón y, sobre todo, con la cabeza. El cerebro  del futbolista observa, analiza, razona. Cuando toca ejecutar, lanza sus órdenes;_cuando no, permanece en estado de alerta atusando la voluntad para que esté predispuesta y tensando los músculos para que estén preparados. Llega el momento, Borja se activa y, en un segundo, roba el balón y se lo envía a Mata. Gol. Un segundo, un partido.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-08-2017

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