viernes, 15 de septiembre de 2017

LOS RICOS TAMBIÉN LLORAN

Mi madre, como tantas de su generación, trabajaba más horas de las que tenía el día. A esas mujeres y a sus maridos, les debemos casi todo lo bueno que ha ocurrido en este país. Más allá de relatos sobre el franquismo y la transición, lo cierto es que es al esfuerzo sin límite de esas generaciones al que debemos el progreso que las camadas siguientes hemos podido disfrutar. Pero ese esfuerzo pudo haber sido baldío si no hubiera estado acompañado de una visión absolutamente certera del futuro que venía y ellas, aquí sobre todo ellas, demostraron su tino. Supieron hacernos ver que ese esfuerzo tenía que tener continuidad por nuestra parte y, sobre todo, que había que ponerlo en valor estudiando. No necesitábamos más motivación porque nos lo habían inculcado a sangre y fuego: estudiar era el camino. Para que así fuera, estaban dispuestas a hacer lo que fuese y durante las horas que fuesen necesarias. Lo consiguieron y aquí, mal que bien, estamos.

Me viene ahora a la cabeza la imagen de mi madre trabajando porque pensando en cómo arrancar este primer artículo de la temporada iba repasando lo ocurrido durante estos meses de verano y apuntando los hechos más noticiables del día de hoy. Nada que aliente la esperanza, nada distinto a lo que se podía haber dicho antes de terminar la campaña anterior. La realidad avanza como un culebrón en el que los capítulos se suceden sin aportar apenas novedades de tal manera que puedes saltarte unos cuantos sin perder el hilo de los aconteceres.
Da la sensación de que estamos inmersos en un bucle infinito del que no hallamos la salida o, peor, viajando a gran velocidad en el vagón  de un tren que puede descarrillar en cualquier momento. En uno u otro caso, siguiendo tramas que se alargan sin que la historia avance en el camino de la resolución de los problemas.
En algunos casos, como en lo relacionado con el cambio climático, agravándolos o, al menos, sufriendo de forma más cruel sus consecuencias. Sobre 1986, por eso me acuerdo ahora de mi madre, la vi por primera vez dejando un rato de trabajar. Ella, como medio país, se paralizaba a la hora en que  TVE emitía su primer culebrón: ‘Los ricos también lloran’. De momento no, pero es tanta la ceguera que no lo descarten.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-09-2017

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