Unos meses antes de que presentase el recurso de inconstitucionalidad
contra un Estatuto de Cataluña recién aprobado por las Cortes Generales, el PP
de Mariano Rajoy hizo lo propio contra la ley de matrimonios entre personas del
mismo sexo. Tiempo después, Rajoy, ya presidente del Gobierno, asistió bien
dispuesto a la boda de un alto cargo de su partido. Una unión de esas que quiso
evitar con aquel recurso porque “el matrimonio es y siempre ha sido una
institución entre un hombre y una mujer para la procreación”. Allí brindó
gustoso y dio los parabienes a la ilusionada pareja. Por esta aparente
contradicción le llovieron bofetadas a mano abierta que le venían de todos los
lados. Hipócrita fue lo más lindo que escuchó.
Pero no, no hay contradicción alguna. Mariano Rajoy es un conservador de
manual y como tal actúa. El conservadurismo es en sí mismo un imposible, lo
sabemos desde que se conocen las leyes físicas de la entropía; por eso, si su
representación política sobrevive, y sobrevive muy bien, es porque no se
detiene, porque es capaz de caminar. Lo hace con el paso más lento de los que
marca la sociedad, pero se mueve.
O sea, Mariano Rajoy, como buen exponente, es un tipo poco partidario de incentivar
cambios, se opone a ellos mientras se están produciendo, los intenta detener. Pero
que, cuando constata dicho cambio, cuando asume que socialmente se ha producido,
se mueve con naturalidad en el nuevo escenario. Aquí estamos -podría decir como
si nada hubiera pasado- de boda.
Buena parte de su fortuna política se debe a que la mente humana es, en
el fondo, conservadora: salvo unos pocos, el resto solo podemos imaginar el
futuro como un montaje realizado con recortes mentales de un pasado inmediato. Es
ese ‘sentido común’ que tantas veces es común pero que en muchas carece de
sentido.
Así, tras la crisis económica, las conversaciones giraban sobre qué
habría que hacer para volver a estar como en 2004. Ahora sabemos que se sale de
un túnel por otro agujero distinto al que sirve para entrar. Así, ahora, cuando
se habla de la situación en Cataluña, se plantea qué medidas se pueden tomar
para volver a un antes –aparentemente- tranquilo. No las hay. Lo que haya de
venir será, obligatoria y necesariamente, diferente. Lo mejor que podría pasarnos
es que Rajoy asumiese que tiene que encargar un traje.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-10-2017
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