lunes, 20 de noviembre de 2017

COMO SI FUERA EL ÚLTIMO

Foto: El Norte de Castilla
Que la vida es ‘mu’ perra es algo que viene sabido de antiguo. Para que no queden dudas de a dónde llegamos, la vida empieza a ponerse dura desde el justo momento en que nuestras cabezas asoman a la luz. El propio parto es en sí mismo un momento traumático tanto para el neonato como para la mujer que cometió la osadía de convertirse en madre. Lo es de forma evidente cuando llegan, es ley, esos navajazos que de forma paulatina e inexorable nos van ajando el corazón. Cuando de las heridas aún mana sangre nos lo repetimos -la vida es perra, la vida es perra- como si fuera un mantra con la intención de tamizar el dolor. Lo es, también, aunque no sea tan patente, en ese día a día que nos va atormentando con sus dudas, con sus miedos, con la necesidad constante de pelear en pos de una supervivencia que nunca termina de estar garantizada.  No sé si es porque no sabemos, no podemos o no queremos hacerlo de otra manera; el caso es que vivimos como si siempre faltase una pieza para completar el puzle que nos permitiría evitar el desasosiego. Parece que siempre tenemos pendiente en la cartera un montón de cosas por hacer para poder, llegado el caso, hacer lo que uno quiere. Buena parte de estos demonios serían, si todo fuera racional, perfectamente evitables; otros, los producidos por aquellas fatigas relacionadas con la manera de conseguir llevarse un chusco de pan a la boca, directamente no. Poder saborear ese bocado cuesta, en muchos casos, litros de sudor. Pero es imprescindible. Lo placentero se convierte en real porque una parte menos agradable, más perra, los sustenta. En realidad es así con todo: de una ciudad valoramos lo hermosa que luce sin percatarnos de que ese encanto sería imposible si no escondiese bajo su suelo una feísima y eficaz red de alcantarillado. Los alcaldes lo saben y por ello se afanan en inaugurar plazas.  
La cultura generada por ‘Estudio Estadio’, aquel primer programa que resumía los partidos de fútbol en un par de minutos, mostraba el fútbol de una manera irreal, enseñaba solo la consecuencia omitiendo la dureza del minuto a minuto en que el balón es escurridizo. Los profesionales sí que son conscientes de ello y por eso llegaron a profesionales. Óscar Plano y Mossa pelean por un balón como si fuera el último, luchan por cada centímetro de terreno. Tanto, que si quitásemos el balón de la imagen, podríamos pensar que simplemente estaban peleando. Las manos, los codos, cualquier parte del cuerpo, legal o ilegal, es susceptible de convertirse en instrumento útil para la contienda. Este momento no saldrá en ningún resumen, lo saben, pero sin esa lucha no habría ni partido. Los resúmenes televisivos de partidos de fútbol tienen ese componente antipedagógico: deforman la realidad sustrayendo lo feo, lo perro, mostrando solo los días de fiesta. Los regatitos, los taconcitos, incluso los goles, como el lomo en aceite, la longaniza o los langostinos, son una parte muy pequeña de la realidad. La vida es pelear por cada balón.  Así de perra.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-11-2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario