domingo, 21 de enero de 2018

MATA, COSECHA 16-17

Foto El Norte de Castilla

De cuando en cuando, el cerebro y el cuerpo emprenden diferentes caminos. No es lo habitual, claro. De normal, se acompañan, van de la mano por más que sus responsabilidades –el uno dirige; el otro, puesto a sus órdenes, ejecuta–sean de distinto calado. Incluso, en los momentos en que el cuerpo falla, cuando pretende aislarse, el cerebro no lo permite y, con tal de mantenerse unidos, insiste en mantener vivo su mandato. Quiero y no puedo, lo llamamos. En estos casos, si el cuerpo se empecina en su negativa, el cerebro rebaja paulatinamente su nivel de exigencia y puede caer en el abandono. Entonces, ni se puede, ni se quiere. Aun así, aunque ninguno tenga fuerzas suficientes para mantenerse en pie, se detienen juntos en el mismo punto y, en un ejercicio de masoquismo, se cuentan sus miserias. Cuando es el cerebro el que pretende marchar solo, sin embargo, no hay cuerpo que le pueda acompañar. A aquel, introvertido, endogámico, silencioso, que se retuerce y da vueltas sobre sí mismo, le incomoda cualquier compañía. El pobre cuerpo, sin órdenes claras, puede abatirse, arrastrarse tratando de perseguirlo o caer fulminado en el imposible empeño de darlo caza en este circuito perversamente diseñado en espiral.  
Esta tendencia es demasiado acusada en los delanteros. Sus cerebros pasan largas épocas murmurando, lanzando soliloquios que solo ellos escuchan . El cerebro de Mata –el ‘nueve’ del Valladolid, el pichichi de la categoría– llevaba un periodo alejado de estos traumas, caminaba feliz en compañía de su cuerpo obediente. Ordenaba al pie. ­
–Dispara.
Y el pie disparaba. Gol.
Conminaba a la cabeza.
–Remata.  
Y la cabeza remataba. Gol.
Así una y otra vez hasta diecinueve. Ayer, sin embargo, ni pie ni cabeza ejecutaron con solvencia los encargos. Frente al Sevilla chico, apareció de nuevo el afligido Mata de la temporada pasada: tan generoso en el esfuerzo como estéril ante la puerta rival. Los paladares de la grada sospechaban que en la copa verde del Zorrilla, el cantinero sirvió un Mata de la cosecha del 16-17, con igual cuerpo al de la presente pero menos afrutado, más ácido.
El cerebro del ‘nueve’ daba vueltas como una túrmix tras cada ocasión fallada. Y entonces emprendía un camino que le distanciaba del propio cuerpo. A Mata le vemos tumbado tras el enésimo empeño. El cuerpo tendido en el suelo quiere descansar; los pulmones, llenarse de aire; los músculos, relajarse para disponerse de nuevo a ser tensados. Su cerebro, sin embargo, no está ahí, flota en vaya a saber usted qué pensamientos; se fue a buscar respuesta a un ¿cómo pude fallar eso? y camina ahora solo solazado con su desgracia. Mientras, Berrocal, el pipiolo defensa sevillista, desconocedor de estos pesares,le sigue vigilando, no pierde la atención. Por si acaso.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-01-2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario